Carmen es mi tía materna, tiene 83 años y es la pequeña de 11 hermanos, aunque a algunos no llegó a conocerlos pues murieron al poco de nacer.  Recuerda a su madre, mi abuela Eulalia, trabajando sin parar tanto dentro como fuera de casa. Era una familia humilde y muy numerosa, por lo que ella siempre compartía cama con alguna de sus hermanas que se quejaban, porque por lo visto daba muchas patadas.

Nació en Xeve cuando era ayuntamiento, en el lugar de Gatomorto; ahora es Santa María de Xeve y pertenece a Pontevedra. Me dice que en casa siempre había animales, dos vacas (Roxa e Pinta) algún ternero que vendían, un cerdo, dos ovejas y muchas gallinas. Las tierras se trabajaban con ayuda de los vecinos por turnos, entonces había más solidaridad que ahora, me comenta.

De esos años recuerda ir al molino, Cabeza de vaca, tenían la rolda (turno) cada 8 días, viernes o jueves una de día y otra de noche, comprendía todo el día o toda la noche. Los molinos eran propiedad de varias familias y se establecían turnos para ir a moler el cereal (maíz y trigo), el molinero se quedaba con una parte de la molienda.

Como no le gustaba el trabajo en las fincas empezó con su hermana Digna a coser, se dedicaban a hacer encargos para otras casas. Me confiesa que le daba rabia ver a su hermana mirando las revistas de moda mientras ella hacia los pespuntes y los canesús.

Cuando Digna se marchó a Venezuela en busca de un futuro mejor con otras mujeres de la parroquia, ella  se quedó cosiendo en casa, pero a los 18 años se fue a trabajar con su hermana a un taller de costura en Caracas, pero pronto le buscaron otro empleo diferente en casa de unos acaudalados emigrantes italianos, Carmen se encargaría de cuidar al pequeño Pascualino de seis años  a tiempo completo. En verano, con el permiso de su hermana mayor, pues ella era menor de edad para viajar, los señores se la llevaron a Italia con ellos, así pudo conocer una parte de este país que, según me cuenta, estaba cerca de la torre de Pisa.

“Uno de sus pretendientes incluso se tiró al río para mostrarle su hombría y casi se ahoga porque no sabía nadar . ”

Carmen Solla Solla

Recuerda que la casa en la que trabajaba era de un constructor muy rico que tenía muchos empleados. Los fines de semana aprovechaban para visitar a su hermana y a los vecinos de Xeve que vivían allí en Caracas. En Venezuela estuvo unos tres años, dice que murió su abuela Josefa estando precisamente allá.

Ya de vuelta en Pontevedra trabajó en la mercería de mis padres ayudando a mi madre durante 10 años, no sólo en el comercio sino también en casa con los quehaceres domésticos.

Nunca se enamoró, aunque reconoce que tenía quien la pretendía, uno de los pretendientes incluso se tiró al río para mostrarle su hombría y casi se ahoga porque no sabía nadar, pero ni tuvo novio ni se casó y dice que “nin falta que fai”.

Aquella casa llena de gente se fue vaciando, se casaron sus hermanas, se murieron sus padres y Carmen se quedó con su hermana mayor que era sordomuda. Las acompañaba en su día a día una amiga, Tiana. Pero finalmente se quedó sola, pues hace diez años se murió su hermana y hace sólo tres su amiga Tiana.

Ahora trabaja alguna finca y sigue teniendo gallinas.

Hace unos años, cuando fue a San Andrés de Xeve, descubrió la petanca y se animó con un grupo de vecinos a hacer un equipo y jugar. Aprendió sola, pero ahora por culpa del covid está suspendido, incluidos los entrenamientos que tenían un día a la semana dos horas; ella confía en que se reanude todo pronto ya que le gustaba mucho ese juego.  De las actividades que había en la parroquia iba a jardinería  y a jugar a las cartas, pero también desaparecieron debido a la pandemia.

A pesar de todo se mantiene activa, no sólo por el trabajo en las fincas, como decíamos antes, también procura salir a caminar una hora diaria, aunque reconoce “que se chove dalle pereza”

Le encanta estar con los animales, principalmente con su perro Rex, con el que habla a menudo y le hace mucha compañía.

Antes leía mucho, ahora escucha la radio y la televisión, la pone para ver las noticias y La ruleta de la fortuna.

Se levanta a las 8 todos los días y se acuesta a las 11:00, toma pastillas para la tensión que tiene descontrolada.

Le pregunto de cuánto es su paga y se me cae el alma a los pies, es una pensión no contributiva de 395 euros y me dice que también recibe ayuda de alimentos de Cáritas. Ella es feliz con lo que tiene, cada vez que la visitamos nos da huevos, patatas, judías etc.… sin esperar nada a cambio. Nosotros, sus sobrinos, intentamos que ella se sienta acompañada y no le hable sólo a Rex.

Ana Santos Solla

Ana Santos Solla

Profesora de Educación Física

Son Ana Santos, nacín en Pontevedra no ano 1960, a miña infancia estivo moi ligada a Santa María de Xeve, a terra da miña nai, son a terceira de 8 irmáns, a maior das mozas, a máis vella como me dicían de pequena. Sempre me gustou o deporte e estudei INEF en Madrid, estiven 34 anos no IES Valle Inclán impartindo Educación Física alí foi onde coñecín ao resto dos meus compañeiros que agora me acompañan neste proxecto. Decidín xubilarme para dar un novo rumbo á miña vida e levar a cabo este tipo de iniciativas como @devellabella ue pretende que o envellecemento activo convértase en embelecemento persoal e poder achegar a miña experiencia nesta etapa da vida.

Nós os maiores aínda temos moita guerra que dar, espero que este blogue motívevos a querer colaborar connosco.

Manolo Ayán

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