
Estereotipos del cine americano por José Luis Vázquez
by Colaborador | Xan 22, 2023 | Cine
El cine que nos llega de Hollywood está lleno de estereotipos, algunos rozan el ridículo, pero parece que les funcionan.
Por ejemplo:
- Si en una película han de salir padre, madre e hija, esta ha de ser de un tamaño inferior a la madre: ha de parecer una niña, aunque tenga treinta años.
- Los reyes, las reinas y los protagonistas, en general, siempre son guapos; los feos u otras bellezas no estereotipadas no existen.
- Todos los vaqueros beben whisky: ni agua, ni vino, ni ron, ni licor de palma.
- En todos los lugares del mundo las guerras se hicieron con caballo, como en el Oeste americano.
- La mujer ha de ser ayudante o secretaria, además de esposa y madre. Ahora, en la época del Me Too toca igualdad, por tanto: mujeres musculadas y agrias.
- Hay más, muchos más, pero como ejemplos ya sirven.
Son generalizaciones y simplificaciones de realidades complejas, que, en ocasiones, rozan el ridículo, como cuando identifican España con los toros o con la siesta y la vagancia.
Esto viene a cuento de la película The Woman King (La Mujer Rey), recientemente estrenada.
Una película donde la directora es una mujer: Gina Prince-Bytheword.
La guionista es otra mujer: Dana Stevens. Ella es guionista desde 1993, por méritos o deméritos propios.
La fotografía también es de otra mujer: Polly Morgan, británica, de probada solvencia profesional.
Y el reparto esta mayoritariamente copado por mujeres: Viola Davis, Lashana Lynch y Thuso Mbedu, entre otras. Los protagonistas masculinos son John Boyega, que hace de rey y Jimmy Odukoya, un actor nigeriano que hace de malo
La historia de la película nos sitúa en 1823, en el reino de Dahomey, actualmente Benin.
El reino de Dahomey se remonta al siglo XVII y duró hasta el siglo XIX. Era una sociedad jerarquizada que en la cumbre tenía al rey, casi una deidad, después había una aristocracia, un ejército y, debajo de todo en la escala social, agricultores libres y esclavos.

El esplendor del reino y su fuerza le llegó de la mano del tráfico de esclavos. La región se conocía como la Costa de los Esclavos.
En 1823, hacía cinco años que gobernaba el rey Ghézo. Lo hizo hasta 1858. Gobernó, por tanto, durante 40 años. Sustituyó en el trono a su hermano Adandozan (1797-1818), que había accedido al poder tras un golpe de estado con la inestimable ayuda del traficante brasileño Francisco Félix de Sousa.
La sangría que suponía el tráfico de esclavos y las continuas guerras con pueblos y reinos vecinos acabó con una escasez significativa de hombres útiles para la guerra.
El rey Aho, en el siglo XVII, creó un cuerpo del ejército, integrado en la corte del rey compuesto por amazonas. Mujeres fuertes, aguerridas, célibes, entregadas por sus familias siendo niñas, que se sometían a una durísima preparación y juraban castidad y obediencia al rey. El número de estas guerreras osciló entre 4.000 y 6.000, dentro de un ejército que podía llegar a las 50.000 personas. Entre las amazonas también hubo esclavas. Cada amazona tenía una mujer que era su sirvienta. Vivían dentro de la corte, con las mujeres del rey y los eunucos.
La presión que ejercía la marina británica frente a la Costa de los Esclavos y la competencia de los reinos limítrofes, durante el reinado de Ghézo, hizo que el tráfico de esclavos disminuyera significativamente, y, con él, los ingresos del reino. Fue en esa circunstancia cuando el rey decidió apostar por el aceite de palma, una mercancía muy demandada por los europeos.
En Dahomey eran frecuentes y numerosos los sacrificios humanos. En especial durante las conmemoraciones anuales. Esta práctica solía cebarse con los prisioneros de guerra.
En este contexto se desarrolla la historia de la película, pero nadie que vaya a verla sacará agua limpia ni se enterará de la misa ni la mitad.
El guion se centra en la figura de la jefa de las amazonas, atormentada por el pasado, cuando fue violada por el jefe de los enemigos del reino y tuvo una hija a la que entregó a unos misioneros.
Hasta el campamento de las amazonas llegó una joven, huyendo de sus padres adoptivos, que demostró ser valiente, fuerte y resistente. Conoció a un brasileño, que no era tal: era hijo de una mujer de Dahomey enviada como esclava a Brasil. Y sucedió lo previsible: se enamoraron.
El rey, mientras promueve el cultivo de palma y la elaboración de aceite, tiene que coronar a una mujer como reina y tiene mucho donde elegir en su corte.
Hay dos batallas de las amazonas: una al principio de la película y otra hacia el final. El resto, sin sustancia.
Y ahora los estereotipos:
- La jefa de las amazonas es una mujer grande y fuerte. El padre es grandote, musculado, enorme (lo encarna el actor nigeriano Jimmy Odukoya). La hija es pequeña y poca cosa (aunque fuerte y valerosa), contraviniendo todas las leyes de la naturaleza.
- El rey es guapo, elegante, mestizo, casi blanco. Lo interpreta el actor John Boyega, que es inglés de origen nigeriano, con un parecido extraordinario a Denzel Washington de joven. En realidad, el rey Ghézo era más bien corto de estatura, feo como una mala cosa, negro como el carbón y vestía con poca elegancia.
- Ni que decir que las mujeres del rey que aparecen en la película todas parecen miss universo: altas, estilizadas y vestidas “de Armani”, alejadas de lo que fueron las mujeres y las amazonas del rey en el siglo XIX.
- En las dos batallas que tiene la película, se utilizan caballos para guerrear. La historia en realidad cuenta que los ejércitos de Dahomey preferían utilizar mulas por su mayor resistencia.
- Las amazonas beben whisky, dicen que como les gusta a los europeos (los vaqueros de la época). Un poco extraño si los esclavistas eran brasileños y portugueses, poco dados al whisky por entonces.
- Algo hemos avanzado: ahora no le pintan la cara de negro a actores blancos
Fui a ver la película ilusionado por lo que anticipaba y salí tremendamente decepcionado por lo que me mostraron. Una oportunidad perdida de contar una historia con enjundia (hay muchas posibles), de esta época tan desconocida, tremenda y sumamente interesante.
Hay muchas películas en la historia del cine sobre el tráfico de esclavos, pero pocas, muy raras, sobre la historia del tráfico de esclavos contada desde África, con la visión de los africanos.
Una ocasión desperdiciada para hablar de la sangría que supuso para las poblaciones de la costa africana el tráfico de esclavos, de los cambios que se perpetraron en la cultura y las tradiciones de esas sociedades, del esplendor de aquellos reinos africanos, antes de la llegada de los europeos, y de la huida de poblados enteros hacía el interior de África escapando de los esclavistas, por no hablar de los roles que mujeres y hombres desempeñaban en una cultura animista. Por supuesto, la película no hace mención a los sacrificios humanos tan frecuentes en el reino de Dahomey.
Es una película que no sabe lo que quiere contar. Duda entre ser una película de guerreras y batallas o ser una película romántica. Finalmente, no es ni lo uno ni lo otro: es un timo.

Jose Luis Vázquez
Escritor
Estudió Ciencias Económicas en la Universidad Central de Barcelona y cursó un máster en Dirección de Marketing en EADA.
Ha trabajado como directivo financiero y de logística en varias empresas de logística y alimentación.
Ha realizado numerosos viajes de aventura por los cinco continentes, ascendiendo montañas, conviviendo con tribus y cruzando ríos y mares.
Le encanta el cine, y los wésterns en particular.
Lector empedernido: novela, historia, ciencia y filosofía.
Cursó tres años de Narrativa y Novela en la prestigiosa Escola d’Escriptura del Ateneu de Barcelona.
Ha publicado dos libros: Clara y algo más, de cuentos, y La memoria en color, autobiográfico.
Barrabás el Sicario es su primera novela.
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