A Ana la conocí en Puerto Banús, Marbella, cuando acompañaba a su hija a un curso de aeróbic. Ese viaje hizo que nuestras vidas se uniesen para siempre.
Nació en Porto Meloxo, O Grove, en el año 1950, una buena acuario siempre relacionada con el mar.
A los 11 años aprendió, con una señora que trabajaba en las mejilloneras, a hacer el desdoble de la cría del mejillón en la bateas, esto era en unos antiguos almacenes de salazón que hay cerca del muelle, allí acudía al volver del colegio. En la clase le costaba seguir las tareas del encerado y no sabía por qué; años más tarde, a los 16, sus compañeras le decían que parecía que no veía bien y, cuando lo comentó en casa, la llevaron al oculista y se extrañaron que no se quejara antes ya que tenía miopía de nacimiento, seguramente era porque ya se había ido adaptando.
A los 12 años dejó el colegio y se fue de aprendiz a un taller de costura (Carmen Franco) con un grupo numeroso de niñas, esto le gustaba mucho y no supuso problema para la vista, de hecho hoy en día se saca las gafas para coser. A los 14 ya quedó fija en plantilla en la batea y dejó de coser, a veces, cuando regresaba por la tarde del mar iba a una peluquería que había enfrente de su casa y Maruja, la peluquera, le enseñaba a hacer muchas cosas que también le gustaban. La profesora de costura insistía en que volviera al taller, pero quedaba en el centro del pueblo algo alejado de su casa y el trabajo en el mar implicaba todo el día, comiendo incluso allí.
Un verano, ya con 17 años, conoció una profesora de corte y confección que veraneaba cerca de donde vivía Y por la tarde-noche iba a su casa a aprender corte con ella. Como se le daba bien, le dijo a su madre que se la llevaba a su academia taller en Marín. A las dos semanas de estar en allí, feliz y contenta, la llamaron porque la necesitaban para volver a ir al mar y es que, en aquellos años, el trabajo en la batea, no daba para pagar a un empleado. Para resarcirse de eso, hace ahora 20 años acudió a una academia de corte y confección para hacer un curso y no fuese una asignatura pendiente.
Conoció a su marido, Santi, cuando sólo tenía 15 años, él acababa de regresar de Holanda, país al que se había ido a trabajar con casi 18. Ana en principio fue reacia a la relación pues le parecía muy mayor para ella, ya que su joven enamorado tenía 20 cuando se conocieron, pero él no cejó en su empeño y consiguió su dirección para escribirle
“Cos veciños hai que ir bailar que son os que logo te poden axudar”
Ana me lee emocionada su primera carta, a la que no contestó, y me cuenta como guarda celosamente una agenda donde él anotaba en borrador todas las que le escribía. Se vieron en el baile de Navidad, cuando Santi disfrutaba del primer permiso del servicio militar. Ella me confiesa que bailaba con los vecinos, pues siempre le habían dicho “Cos veciños hai que ir bailar que son os que logo te poden axudar”. Precisamente su futuro marido se puso de acuerdo con uno de ellos para sacarla a bailar y cuando eso ocurrió ya no volvieron a separarse. Se casaron cuando Ana tenía 19 años, para entonces él había decidido dejar su trabajo en Holanda para establecerse en O Grove y vivir del negocio de los mejillones que aún estaba en pañales.
Santi, en principio, pensó formar una sociedad con unos amigos pero el padre de Ana le propuso trabajar en casa los dos, más tarde el alcalde de la época Les hizo una propuesta a los trabajadores del mar para crear una cooperativa formada por gente que trabajaba en las bateas, entre ellos ella y su marido (su padre ya había dejado el mar), se llamó AmeGrove (Asociación de mejilloneros del Grove).
Se sacó el título de motorista, ya que lo necesitaba para poder despachar un barco. Debía haber siempre un patrón y un motorista, pero los títulos no podían recaer en la misma persona, además pudo tener seguridad social cosa que antes nunca había tenido.
Los primeros años en la cooperativa fueron muy duros y difíciles pero poco a poco se fue viendo el resultado, pudieron contratar un empleado y ella sacó el carnet de conducir.
Por las mañanas su marido iba con el empleado y ella llevaba los niños al colegio de monjas, donde se quedaban a comer, luego volvía al muelle desde donde se trasladaba a la batea para seguir el trabajo en el mar. Al volver por la tarde recogían a los niños del colegio.
Cuando ya empezó a ir mejor la cooperativa compraron un terreno y poco a poco fueron haciendo una casa, allí nació el tercero de sus hijos. Ana y Santi tuvieron tres, Ana, Santi e Isaac, pero la vida a veces nos reserva reveses que nos ponen a prueba y con 59 años se quedó viuda, un duro golpe que la mantuvo alejada de todo y encerrada en su casa durante dos años sin ánimo para nada, aunque quizá su salvación fueron las visitas que recibía de sus amigas. Tuvo un apoyo muy fuerte en su cuñada Pili y sus sobrinas además de sus hijos y los nietos que fueron llegando.
Afortunadamente a los 61 cambió el rumbo de su vida, dando un vuelco radical: se anotó a Pilates y a diferentes actividades en la Asociación de Mulleres Rurais Adro vello, más tarde empezó a viajar con amigas, cosa que le gustaba mucho, ahora por culpa de Covid tuvieron que dejarlo.
Su hobby es la costura, vistió el serón de su primera nieta, realizó faldones para nietas y sobrinas nietas, incluso sus propios trajes de folklore para los eventos con Axupen y Adro Vello y, cómo no, también mascarillas solidarias, tengo la suerte de tener una muy bonita que me hizo para un desfile.
En la actualidad se entretiene cosiendo, cocinando (tiene buena mano con la cocina y ha ganado varios premios en el concurso de mejillón que organiza AmeGrove durante las fiestas del marisco) o dando paseos con sus amigas, pero añora otras actividades que están en suspenso desde que el covid llegó a nuestras vidas, como los viajes –lo que más-, o sus clases de Pilates y pandereta, que espera que se reanuden pronto. Además me confiesa que echa en falta en O Grove un lugar específico para personas en su misma situación donde realizar actividades y proyectos en común.
Yo estoy en su cocina comiendo una carne con chorizo riquísima, me explica detalladamente la receta que apunto en mi cuaderno.
Salimos con el calor de la tarde y nos hacemos una foto en la terraza con el mar de Porto Meloxo al fondo.
Gracias Ana, has sabido levantarte y tirar hacia delante, pero no me sorprende viniendo de una mujer curtida en el mar.
Son muchas las vivencias de Ana, éste es sólo un pequeño resumen, me dice emocionada que “los años al lado de su marido, que le falta, fueron los mejores de su vida”.
Ana Santos Solla
Profesora de Educación Física
Son Ana Santos, nacín en Pontevedra no ano 1960, a miña infancia estivo moi ligada a Santa María de Xeve, a terra da miña nai, son a terceira de 8 irmáns, a maior das mozas, a máis vella como me dicían de pequena. Sempre me gustou o deporte e estudei INEF en Madrid, estiven 34 anos no IES Valle Inclán impartindo Educación Física alí foi onde coñecín ao resto dos meus compañeiros que agora me acompañan neste proxecto. Decidín xubilarme para dar un novo rumbo á miña vida e levar a cabo este tipo de iniciativas como @devellabella ue pretende que o envellecemento activo convértase en embelecemento persoal e poder achegar a miña experiencia nesta etapa da vida.
Nós os maiores aínda temos moita guerra que dar, espero que este blogue motívevos a querer colaborar connosco.
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