La envidia, según la acepción 1.f. del DRAE, es “tristeza o pesar del bien ajeno”, significado este con el que no estoy del todo de acuerdo, ya que el mismo no integra con claridad un elemento emocional que, a mi juicio, está presente siempre en la envidia : el odio, si bien este suele adquirir en este caso un tinte un tanto “sedoso” o sutil modulación particular. Sería, por tanto, la envidia una de las múltiples modalidades -en función de la particularidad de cada caso- de manifestarse el odio. No así, la llamada “envidia sana” que, en mi opinión- es -si no un tenue autoengaño- simple admiración acompañada de un cierto grado de deseo, consciente o no, de ser como la persona envidiada.
La envidia, como todas las emociones que podríamos llamar “negativas” (es decir, todas las que nos producen algún tipo de malestar) tienen un efecto perjudicial no sólo en nuestro estado anímico, sino también en nuestro cuerpo : esta es la base de la denominada “Medicina Psicosomática”. De alguna manera, siempre se ha sabido que nuestras emociones tienen que ver con nuestro estado físico (por ejemplo, que la depresión se manifiesta también en un decaimiento corporal), pero nunca hasta tal grado de exactitud como hoy, aunque aún queda mucho por saber. Hoy, por ejemplo, existen ramas específicas de la M. Psicosomática, como la Psicooncología ; y hay otras muchas.
¿Cómo es posible que nuestra mente influya de manera tan determinante en nuestro cuerpo? Pues muy sencillo : porque nuestra mente tiene su “sede” en nuestra anatomía cerebral, perfectamente conectada a través de sus ramificaciones nerviosas con todas nuestras estructuras corporales, que incluyen -entre otras muchas- itinerarios nervioso-hormonales (por ej,: el nervio vago, que se llama así porque va “vagando” por buena parte de nuestro organismo, recogiendo información para enviarla el cerebro). Por tanto, la actividad mental-cerebral tiene una repercusión directa en nuestro cuerpo y viceversa. Un ejemplo : percibimos una amenaza física y nuestro mecanismo de defensa se pone automáticamente en marcha : entre otras cosas, el cerebro envía un rápido mensaje a través del hipotálamo a nuestra hipófisis (glándula hormonal que gobierna todas las demás) y esta responde enviando inmediatamente a las glándulas suprarrenales una orden para que segregue adrenalina, que es una hormona-neurotransmisor cuya función es preparar al organismo para su defensa.
Hablo de “cuerpo” y de “mente”. “Mens sana in corpore sano”, como bien decían los clásicos. Hoy, además, ya sabemos que nuestra identidad y nuestra conducta dependen de algo más ; o, en realidad, de mucho más : el contexto (social, cultural, económico, etc., etc.) : en definitiva : toda nuestra circunstancia : algo que Ortega y Gasset -con tan buen criterio- sintetizó en su conocida frase de “yo soy yo y mi circunstancia”. Y es que -como cada día más se constata- formamos parte de un Universo en el que todo está estrechamente conectado.
Pero no caigamos en la tentación de irnos por los Cerros de Úbeda y volvamos a la idea principal que nos traslada el título de este breve escrito, que -sin extendernos en matizaciones varias, por interesantes y clarificadoras que pudieran ser- es la siguiente : las emociones tales como el odio, la envidia, el resentimiento y todas aquellas otras que experimentamos dentro de lo que podríamos llamar “Constelación de la Ira” (ver foto), producen en nuestro organismo -en mayor o menor medida, en función de la emoción concreta, su intensidad y su frecuencia y/o persistencia- lo que, para que nos entendamos todos, podríamos llamar “un perjuicio” ; es decir, un estrés, una disfunción o una patología determinada. Un perjuicio físico que, por otro lado, mediante la permanente retroalimentación existente entre todo lo que somos, afecta nuevamente a nuestra mente, pudiéndose crear así un círculo vicioso, si no sabemos cómo ponerle freno.

Foto obtenida del proyecto “Uni verso de Emociones”, creado por Eduardo Punset, Rafael Bisquerra y PalauGea.
Bien es verdad que las emociones relacionadas con la ira a las que nos estamos refiriendo, han ido conformándose a través de la evolución con una determinada función, como todo lo que “crean” los mecanismos evolutivos de la Selección Natural. En este caso, tal utilidad tiene que ver con alguna modalidad de “defensa” ante la percepción de algún tipo de “amenaza” real o imaginaria (a veces, muy sutil y/o encubierta) ; y, por tanto, tienen una función general de adaptación. No obstante, puesto que pueden suponer algún tipo de “estrés” o daño -como decíamos- para el organismo, lo ideal es que intentemos evitarlas al máximo, procurando siempre gestionar las situaciones -reales o irreales- que se nos presentan desde una actitud lo más ataráxica posible, de manera que minimicemos el malestar y el daño que nos causan.
Termino con una valiosa moraleja : procura desarrollar la habilidad de saber gestionar tus emociones, para lograr evitar al máximo la hostilidad -manifiesta o latente- hacia los demás, porque esas emociones, conscientes o agazapadas en los recovecos de tu inconsciente, son venenos que te autoadministras. No en vano, decía Confucio : “Si odias a alguien, entonces te ha derrotado”.
Fdo.: Luis Palomo Molano. 03/02/2025.

Luis Palomo Molano
Breve semblanza.
Luis Palomo Molano. Nací en Plasencia (Cáceres), estudié Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid y me especialicé en Psicología Clínica en la E. de Psicología y Psicotecnia de la Universidad Complutense de Madrid.
Muy interesado en la temática psicosocial -dada la estrecha relación entre lo individual y lo social- y las desigualdades, realicé un Máster de Gerencia de Servicios Sociales en la Universidad de Extremadura de dos cursos académicos, además de otra variada formación en el mismo ámbito.
Mi actividad laboral ha sido diversa : deficiencia mental en INSERSO (hoy, competencias ya transferidas a las comunidades autónomas) ; marginación social, en CÁRITAS, ALDEAS INFANTILES SOS (en la Aldea del barrio tinerfeño de El Tablero), etc. ; dirección de programas formativos y laborales de Atención Sociosanitaria a personas dependientes en el ámbito privado e institucional, Inadaptación de Menores, etc. ; Psicología Clínica, etc. Mi principal ámbito laboral, ha sido el de los Servicios Sociales, particularmente en programas de Familia e Infancia y en Dependencia.
Durante un tiempo, colaboré con los diarios regionales “Hoy” y “Extremadura”, como articulista sobre temas básicamente profesionales, referidos -en general- a la Comunidad Autónoma Extremeña. Luis. 11/10/2022
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