¿Qué es nuestra identidad? A primera vista, parece algo sencillo ; pero si reflexionamos un poco sobre ello, no lo es. Y no lo es por diferentes razones. La primera, que lo que llamamos “identidad” es algo cambiante : tal como dijo Heráclito, “el mismo río, nunca es el mismo”. Esta aparente contradicción, la explica muy bien la conocida frase de Ortega y Gasset : “yo soy yo y mi circunstancia”. Efectivamente : no sólo cambiamos nosotros a cada instante, sino la circunstancia. Es fácil, pues, deducir de ahí que nuestra actividad endógena y nuestra conducta son una función de la interacción de todo ello, según confluyan en cada momento. No obstante, es verdad que -como también el río heraclitiano- hay ciertos componentes que, en principio, son estables. Tales elementos, en la personalidad humana, se llaman “rasgos” ; y tales rasgos, en cada individuo, tienen un determinado grado de estabilidad, de solidez. Una solidez que, en una suerte de continuum, puede ir desde una fragilidad casi absoluta hasta una robustez casi inquebrantable. ¿Por qué digo “casi”? Porque , como todos sabemos, hay determinadas circunstancias que, llegado el momento, rompen tal inquebrantabilidad en casi todos los humanos : de ahí la expresión popular “todos tenemos un precio”. Véase, como botón de muestra, los “generosos” sobornos ; o la madre que accede a cualquier tipo de chantaje para evitar la muerte de su hijo, por ejemplo ; o cómo diferentes técnicas de tortura llegan a desintegrar las defensas de las personalidades más robustas.
El habitáculo permanente de la identidad, es la memoria. La memoria, conformada por la “reverberación” de los diferentes acontecimientos de nuestra vida -que, a su vez, han sido filtrados por nuestra “plantilla” selectiva y que, por otro lado, van siendo modificados en el transcurso del tiempo- es algo así como el conjunto de los materiales constructivos ordenados de una determinada manera de un edificio ; materiales que, en este caso, han ido construyendo nuestra “personalidad”. ¿Qué seríamos sin memoria…? Tal y como ocurre en el Alzheimer, el envase cognitivo de nuestro organismo se vaciaría de contenido y quedaríamos reducidos a mera materia vegetativa.
En la construcción de nuestra identidad, hay muchos grados y factores de complejidad que -contrariamente a lo que se cree vulgarmente- la determinan. En primer lugar, la herencia genética. En segundo lugar -como decíamos- las circunstancias concretas en que nos hallamos : geográficas, sociales, culturales, familiares, etc., etc., etc. : ¿no hay una determinación diferente, por ejemplo, para alguien que haya nacido en Irán que para alguien que haya nacido en Toledo ; para alguien que haya nacido y crecido en una familia bien estructurada y pudiente que para quien haya tenido la mala suerte de nacer en otra desestructurada y pobre? En tercer lugar, la influencia del inconsciente : la neurobiología, confirma cada día con mayor precisión y fiabilidad cómo la conducta está determinada en buen parte por factores inconscientes, aunque ya desde “antiguo”, muchos autores hablaban de tales determinantes : Leibniz -por ejemplo- hablaba en parte de “tendencias en parte inconscientes” ; Hegel, se refería a la “libertad” como el reconocimiento -en última instancia- de la necesidad ; y, más recientemente, Freud dijo, muy acertadamente, que “el indeterminismo, la creencia en la libertad psíquica, es absolutamente anticientífico y tiene que ceder el camino a un determinismo que gobierna hasta la vida mental”. También Spinoza advirtió de que “tenemos la ilusión de la libertad porque tenemos consciencia de nuestros deseos, pero no de los motivos de nuestros deseos”.
No obstante, tanto Spinoza como Freud y también Marx, creen posible superar este determinismo a través del conocimiento y el esfuerzo. Para ellos, teoría y práctica, interpretación y cambio, son inseparables (método dialéctico) ; para alcanzar la “salvación” (libertad), pues -según ellos- hay que conocer la “teoría” verdadera. Y, para ello, es necesaria la acción. Yo, sin embargo -aunque os resulte muy contra-intuitivo- no comparto tales tesis, en un sentido profundo. Me identifico -desde antes de conocerla, hace ya muchos años- con la concepción skinneriana (B.F. Skinner) del psicólogo neoconductista -en mi opinión- más importante de la Hª de la Psicología : cada instante retroalimentativo del permanente feedback organismo-conducta-medio, está determinado irreversiblemente por el anterior. Lo que alcanzamos en cada instante, pues, es sólo una libertad “superficial”, aparente, porque -cualquiera de tales instantes- es, realmente, el producto de una serie de concatenaciones biográficas que -si las analizásemos con una minuciosidad “microscópica”- lo veríamos como un resultado absolutamente inevitable de lo anteriormente sucedido.
¿Cómo, pues, llegados a este punto, podemos hablar de “libertad”? Grave cuestión, que “diseccionaré” minuciosamente desde mi perspectiva, si ha lugar, en otra ocasión. Me limitaré ahora a reincidir en intentar esclarecer, en la medida de lo posible, qué es la “identidad”. A mi juicio, la identidad -al igual que lo es también la conducta- es la interacción existente, en un espacio temporal determinado, de una serie de variables que podríamos sintetizar, como decíamos al principio- en tres, que podemos identificar en un paradigma “biocognitivo-conductista-social”. Es decir : organismo, respuesta y circunstancia. Nadie puede afirmar con absoluta rotundidad aquello de “de este agua no beberé”, incluso personas con unos valores (rasgos) firmemente “anclados e inamovibles”. De ahí, entre otras muchas cosas, la desconfianza que nos generan determinados contextos, como -por ejemplo- el político, donde cada día vemos corromperse a personas respecto de las que, antes, hubiéramos puesto la mano en el fuego por su integridad ética.
En suma : la identidad, no es una “foto fija”, sino más bien un film que -aunque con diferente grado de estabilidad en cada persona y en cada momento- está influenciado por múltiples factores ; factores que -según qué caso- pueden contribuir a un menor o mayor grado de imprevisibilidad en la conformación mental y conductual ; vectores ambos -como decía- imbuidos por el espejismo de la “libertad”.
Fdo.: Luis Palomo Molano. 23/07/2023

Luis Palomo Molano
Breve semblanza.
Luis Palomo Molano. Nací en Plasencia (Cáceres), estudié Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid y me especialicé en Psicología Clínica en la E. de Psicología y Psicotecnia de la Universidad Complutense de Madrid.
Muy interesado en la temática psicosocial -dada la estrecha relación entre lo individual y lo social- y las desigualdades, realicé un Máster de Gerencia de Servicios Sociales en la Universidad de Extremadura de dos cursos académicos, además de otra variada formación en el mismo ámbito.
Mi actividad laboral ha sido diversa : deficiencia mental en INSERSO (hoy, competencias ya transferidas a las comunidades autónomas) ; marginación social, en CÁRITAS, ALDEAS INFANTILES SOS (en la Aldea del barrio tinerfeño de El Tablero), etc. ; dirección de programas formativos y laborales de Atención Sociosanitaria a personas dependientes en el ámbito privado e institucional, Inadaptación de Menores, etc. ; Psicología Clínica, etc. Mi principal ámbito laboral, ha sido el de los Servicios Sociales, particularmente en programas de Familia e Infancia y en Dependencia.
Durante un tiempo, colaboré con los diarios regionales “Hoy” y “Extremadura”, como articulista sobre temas básicamente profesionales, referidos -en general- a la Comunidad Autónoma Extremeña.
Luis. 11/10/2022
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