Ética de las relaciones entre humanos y animales

Jesús Gayoso

El maltrato al que sometemos a los animales no humanos ha sido asunto de preocupación y denuncia desde la antigüedad hasta nuestros días. En las últimas décadas, por razones socioculturales, han aumentado el interés y la sensibilidad orientados a corregir ese daño innecesario a vidas no humanas: se han formado tanto iniciativas ciudadanas (creación de asociaciones y protectoras de animales, recogidas de firmas, manifestaciones) como académicas (elaboración de charlas informativas, debates, artículos y bibliografías) destinadas a defender la vida animal. Y es que, como afirma Carlos Thiebaut,   <<respondemos con rebeldía a la vida dañada solo si nos pensamos con responsabilidad ante ella, como fruto de una acción contingente de los hombres>>.

En los últimos tiempos, el amor por los animales se ha incrementado dentro de nuestra sociedad. No solo somos más conscientes de que son seres vivos y sintientes, que merecen respeto y tienen derecho a una vida digna. Además, cada vez son más las personas que establecen vínculos con estas criaturas que con frecuencia pasan a ser un miembro más de la familia. Sin embargo, no todos compartimos este sentimiento en el mismo registro de justicia social. En cambio, se defiende una determinada idea del bien heredada de la ética aristotélica.

¿Cómo nos afecta el amor por los animales? Tal como afirmó el escritor francés Anatole France: “hasta que no hayas amado a un animal, parte de tu alma permanecerá dormida”. Y es que el vínculo afectivo que establecemos con estos seres es sumamente enriquecedor y diferente a cualquier otro.

reno
tigre

Quienes conviven con mascotas o se relacionan con animales obtienen múltiples beneficios. Por ejemplo:

-Se convierten en personas más compasivas y altruistas.

-Se reduce la tensión arterial, se nivela el ritmo cardiaco y el estrés disminuye considerablemente.

-Cuentan con un mayor nivel de bienestar y satisfacción, mejora el estado de ánimo y se experimentan más emociones positivas.

Sin embargo, el amor por los animales no siempre resulta tan positivo. Algunas personas con dificultades sociales encuentran en ellos el consuelo, la aceptación y la compañía que no logran obtener de otras personas. De este modo, pueden optar por refugiarse en los animales en lugar de trabajar sus limitaciones interpersonales.

Muchos filósofos han tratado el tema de la ética en las relaciones entre humanos y animales. De los primeros, en lo contemporáneo, ha sido Peter Singer bajo su enfoque utilitarista e igualitario que quiere maximizar el goce (o ausencia de dolor)de todo grupo sintiente, animal o humano.

Hay que tener presente también a Kant sobre el imperativo categórico racional, no sólo hipotético, aplicable a todos los animales sintientes, aunque esa razón sea aplicable por el humano.  Posiciones parecidas aplicaron Habermas y KorsgaardOtros enfoques prefieren hablar de los derechos morales de los animales, Tom Regan ( Valor inherente de su capacidad mental relativa) como punto de partida de la ética hacia los animales en lugar de deberes de los humanos hacia ellos, como intersección entre teoría moral y filosofía política.

La teoría contractualista (Rouseau) no sería aplicable en la relación de humanos y animales, porque los contratos se basan en la voluntad de las personas como tales. Aunque sí pueden convenir las personas sobre el trato común favorable con los animales.

Schopenhauer   apoya la acción moral con los animales en el altruismo no egoísta, es decir, en la compasión, aunque a veces este sentimiento sea caprichoso.

La filósofa Martha Nussbaum presenta su enfoque de las capacidades de humanos y animales como un proyecto capaz de abordar tres motivos concretos de exclusión de la esfera de la justicia: a) la cuestión de la deficiencia y la discapacidad humanas; b) la cuestión de la nacionalidad o lugar de nacimiento  y c) la cuestión de la pertenencia de especie. Estos tres ámbitos, a pesar de ser dispares entre sí, comparten, paradójicamente, el mismo rasgo que los mantiene excluidos de la sociedad: las características corporales de nacimiento que ningún individuo puede elegir ni cambiar. Y es que uno no elige las condiciones naturales o características corporales que envuelven la propia vida. En este sentido, la afectación carencialmente desigual de los individuos en sus oportunidades vitales básicas supone una cuestión urgente de justicia que debemos atender.

toro e muller
can

Aristóteles considera que a todos los seres naturales les pertenece una determinada naturaleza que sólo puede desarrollarse si cuenta con las necesidades y recursos necesarios: es decir, para que un anfibio anuro en potencia –larva o renacuajo- pueda llegar a actualizarse en tanto que rana (pueda potenciar su esencia), necesita ciertas condiciones tales como el agua, la luz, el calor del sol y los alimentos.

Heredera de esta concepción de la vida y la naturaleza aristotélica, y partícipe de la idea de las capacidades de Sen, Martha Nussbaum promueve la idea de que hay algo en común que caracteriza a todos los seres vivos: el hecho de que todos están dotados de ciertas capacidades que, potenciándolas, permiten la realización de cada ser. Nussbaum recoge esta idea bajo el concepto de florecimiento; o sea, es la realización de las actividades vitales lo que la filósofa entiende por florecer. En este sentido, solo una vida que pueda actualizar sus capacidades (esto es, que pueda florecer), será una vida plena, satisfactoria y feliz. Desde esta perspectiva, se juzga como algo no solo moralmente malo, sino también como algo injusto, el hecho de que a una criatura viva, dotada de ciertas capacidades innatas para actualizar determinadas funciones <<valoradas como importantes y buenas>>,no se le permita poder realizarlas. Este impedimento, esta negación de necesidades vitales, es un tipo de daño, de muerte prematura: la muerte de un tipo de florecimiento, Nussbaum, como Aristóteles, aplica el concepto de la vida y del florecimiento de ésta a todos los organismos vivos, reconociendo así no solo una multiplicidad de tipos de vida diferentes, sino también una gran variedad de tipos de florecimientos distintos.

El concepto de dignidad que defiende Martha Nussbaum se aleja del asignado por Immanuel Kant y del propuesto por John Rawls , cuyas concepciones contractualistas se caracterizan por concebir la racionalidad como la fuente de la dignidad. Esta premisa implica considerar al animal no humano como no poseedor ni de dignidad, ni de valor intrínseco, sino tan solo de un valor derivado e instrumental.

El enfoque de las capacidades, en cambio, por sus ingredientes aristotélicos, reconoce el alcance de la inteligencia de <<muchos animales no humanos>> y es capaz de concebir la racionalidad como una característica más de la animalidad, propia de los zoón politikón, que no degrada ni sitúa fuera de la justicia a los seres que carecen de ella. Al contrario, el

enfoque concibe a los animales como <<seres activos que tienen un bien>>; como agentes y sujetos; como seres que son fines en sí mismos, de lo que se deduce que tienen el derecho a poder realizar o actualizar ese bien. La idea de la dignidad, entonces, se relaciona estrechamente con la idea de las capacidades, con aquello que cada ser es efectivamente capaz de ser y hacer.

A pesar de que en los tratados éticos no se encuentren argumentos morales del trato humano a los animales, Martha Nussbaum proyecta la admiración por la vida de un ser vivo <<complejo>> hacia la creencia de que es bueno que ese ser <<persista y florezca como la clase de cosa que es>>.  El argumento de base sobre el que cimenta su enfoque de las capacidades es el mismo que hizo a los filósofos utilitaristas proyectar el ideal igualitario a todos los seres vivos del planeta: la capacidad sintiente.

Sentir compasión ante un ser que sufre supone advertir ese sufrimiento como algo que tiene lugar sin que a nadie se le pueda atribuir la causa, pero que, en tanto que sufrimiento, es moralmente reprobable; en cambio, concebir que el sufrimiento de un animal no es solo moralmente reprobable, sino injusto, supone tomar conciencia de que la causa de ese daño se encuentra en un agente, en un animal humano.

El enfoque de las capacidades se articula sobre el postulado de que debemos consideración moral a los animales no humanos, y de que ésta compete al ámbito de la justicia social. En cambio, defiende una determinada idea del bien heredada de la ética aristotélica. Sobre cada especie se debería elaborar una lista de capacidades básicas.

Partir de estas ideas acerca de la vida animal es adoptar una idea del bien y de la vida buena, esto es, decantarse por una idea comprehensiva acerca de la vida animal: una buena vida animal es aquella que realiza su bien.

Históricamente los seres humanos han convivido con animales de otras especies en el medio natural y han establecido diferentes relaciones. Desde la caza a la domesticación, nuestras interacciones con ellos nos han llevado a empatizar, cohabitar y tener en consideración a estos seres cada vez en mayor grado.

Una investigación, llevada a cabo por la Northeastern University, demostró que incluso somos capaces de experimentar una mayor compasión por los animales que por los miembros de nuestra propia especie. Así, en esta investigación se les mostró a 256 participantes una noticia (falsa) en la que un cachorro, un perro, un bebé humano o un adulto (en función del caso) habían sido agredidos y golpeados.

Al evaluar el nivel de empatía que los voluntarios sintieron por la víctima, el humano adulto fue el peor parado. El bebé, el cachorro y el perro (en este orden) lograron despertar más sentimientos de compasión y aflicción en quienes leyeron el texto. Así, parece que la vulnerabilidad percibida en los animales moviliza nuestros sentimientos en un grado elevado, incluso mayor que si se trata de nuestros congéneres.

Además, ante la falta de razonamiento humano, no existe el juicio, la manipulación o el resentimiento. Así, los animales nos ofrecen su presencia, su amor y su compañía de forma

pura y genuina, nos aceptan como somos. Este es uno de los motivos por los que tantas personas adoran a los animales.

Nussbaum argumenta –en detrimento de las teorías occidentales de la justicia social- que sentir compasión ante un ser que sufre supone advertir ese sufrimiento como algo que tiene lugar sin que a nadie se le pueda atribuir la causa, pero que, en tanto que sufrimiento, es moralmente reprobable; en cambio, concebir que el sufrimiento de un animal no es solo moralmente reprobable, sino injusto, supone tomar conciencia de que la causa de ese daño se encuentra en un agente, en un animal humano.

En definitiva, Nussbaum quizás debiera reconsiderar el hecho de que las capacidades animales han de ser reconocidas –en vez de evaluadas moralmente como buenas o malas como necesarias para el florecimiento de los animales.

Es por eso que conviene recordar la propuesta hecha por Rousseau, quien se enfrentó a un problema estructuralmente semejante: ¿cómo distinguir entre el ser humano en estado natural y el ser humano en condición social?

De modo semejante, en el caso de Lévi-Strauss,  la característica que permite distinguir a los humanos de otros seres vivos es: 1º se constata que biológicamente no hay nada que impida el acceso sexual a todas las personas de una comunidad; 2º se constata que en esa comunidad existe una norma que restringe el acceso a ciertos miembros de ese grupo en beneficio de una persona; 3º se constata que la comunidad da su asentimiento a la norma (aunque no siempre la respete); y 4º se define que la vida social propiamente humana se inicia con la regla de parentesco, es decir, con la constitución de la norma que en la comunidad prohíbe el acceso a miembros de otro sexo que han sido clasificados como una subsección de la comunidad, es decir, con los parientes, aun cuando no hay nada biológico que impida su acceso sexual. En ambos autores, el punto de partida es el establecimiento de la norma por parte de una sociedad; en ambos autores, se trata de una regla universal.

Sin la conciencia humana de la animalidad, que ha tomado la forma de un colocarse fuera de esta, no existe el ser humano, porque el ser humano está definido, a la vez, por una norma o un conjunto de normas y por el hecho de ser socialmente consciente de ellas.

Por último, es de señalar que actualmente tiene más importancia la ética animal para el Derecho, si bien sólo en Suiza y en Alemania esta protección legal tiene rango constitucional, con acción protectora del Estado, con responsabilidad frente a las generaciones futuras, las bases naturales de la vida y los animales.  Muy recientemente el gobierno español propuso un nuevo proyecto de Ley de Protección Animal.

Jesús Gayoso Álvarez

Jesús Gayoso Álvarez

Psicólogo

Jesús Gayoso naceu en Barcelona en 1943, pero vive en Galiza desde 1979. Estudou Enxeñería Industrial, Dereito e finalmente Psicoloxía na UNED de Pontevedra.

Traballou na Administración de Industria durante corenta anos, primeiro no goberno estatal e despois na Xunta de Galicia como enxeñeiro e máis tarde como Delegado de Industria en Burgos e Pontevedra.Tamén mantivo un gabinete de Psicoloxía Clinica durante algún tempo nesta cidade.

Ao xubilarse  seguiu cultivando a súa paixón polo coñecemento, con especial inclinación cara á filosofía e poesía. Ademais participa como voluntario na Cruz Vermella i e moi aficionado a viaxar i ao senderismo.

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