Conocí a Marigel por una amiga común, Ana Barreiro, me contó que una amiga suya había vuelto de Italia, ya jubilada, con un montón de vivencias a sus espaldas. Hoy nuestra historia de vida es la de Mª de los Ángeles Pérez García, más conocida como Marigel o como le llamaban en Italia, Pérez.

Nació en la calle Andrés Mellado, Pontevedra, en septiembre de 1943, en una casa que ardió dos veces: la primera cuando ella tenía 4 años y la segunda en un mes de julio cuando tenía 9. Después del segundo incendio la familia se trasladó  a General Mola.

 Tiene un hermano mayor y cinco más pequeños.

 En su casa había dos chachas, cocinera y doncella. Ellas le enseñaron a freír fanecas (cosa que jamás practicó después) y algunas veces, los sábados por la tarde le dejaban fregar el suelo de la cocina, uno de esos con las clásicas baldosas blancas y negras.

 Más o menos cada quince días iba a su casa una costurera. Para ella era un día de fiesta porque podía acompañarla todo el tiempo, sentada al lado de la máquina de coser. Con las sucesivas Amelia, Dorita, etc., aprendió a sobrehilar, hilvanar, pespuntear, coser bastillas, remendar y zurcir. Y entre otras cosas se dedicaba a diseñar sus vestidos. En aquella época se vendían unas revistas llamadas “figurines”, donde se veían modelos de trajes. Ella solía elegir uno que le parecía chulo y lo modificaba, añadiendo detalles de otros, por eso de que ya entonces era individualista y llena de imaginación.

Fue al colegio de las Doroteas a los 4 años como parvulita y le encantaba lucir el uniforme de lana azul oscuro con cuatro tablas delante y otras tantas detrás y cuello blanco rígido de plástico. Allí  hizo la primera comunión.

Era muy buena estudiante y, además, le encantaba estar en el Colegio. Pidió ser mediopensionista y pasaba todo el día allí, hasta que las internas iban a cenar y a ella la iba a buscar la chacha  para volver a casa. Alternaba el estudio de las asignaturas con el piano. La profesora Fernanda llevaba las alumnas a La Coruña a examinarse de solfeo en el Conservatorio hasta que se abrió el de Pontevedra, por iniciativa de Antonio Iglesias Vilarelle, y aquí pasó los exámenes de tres cursos de piano.

primera comunión Marigel
Marigel el día de su primera comunión

Al acabar PREU se marchó a Madrid para sacar el título de francés en la Escuela Central de Idiomas, que le autorizaba a dar clases y ganar un dinerito que le proporcionaba independencia.

 Al año siguiente se matriculó en Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela y se incorporó al TEU (Teatro Español Universitario). Debutó como ama de una casa de citas. Aprendió a tocar la guitarra, pocas posturas, que luego le servirían para acompañarse mientras cantaba.

 Ese verano hizo su presentación en el Liceo Casino, y tal evento contó con la presencia de la familia paterna, que se desplazó desde Rio de Janeiro para no perderse ese momento.

Los inocentes de la moncloa teatro
10-04-1962 Obra de teatro “Los Inocentes de la Moncloa”
Marigel en Santiago
En Santiago tocando la guitarra
Marigel en el casino
 Presentación en sociedad en el Liceo Casino

El verano del tercer curso lo pasó trabajando como “au pair” en el lago de Annecy (Francia). Y al final del cuarto curso se fue a Darmstadt (Alemania) para trabajar como obrera en la fábrica de productos farmacéuticos Merck. Ese viaje fue algo épico. De Pontevedra a Barcelona viajó en el llamado “Shangay Express”, que tardaba 26 horas soltando humo y un cha-ca-cha incesante. Al día siguiente se subió a un autobús que tardó dos días en llevarla a su destino. En él viajaban emigrantes que amablemente compartían sus víveres con ella (que sólo llevaba pastillas Valda, por eso de combatir la sed veraniega). Se hacía una parada en Montelimar para dormir. Curiosamente el hotel tenía grandes habitaciones destinadas a hombres o a mujeres/niños. Lo más complicado resultaba ir al baño cuando se hacían las pausas de rigor en la autopista, porque se necesitaba calderilla para abrir la puerta. Era la primera vez que ella veía ese sistema.

Marigel en Alemania
Marigel trabajando de obrera en Darmstadt (AL)
Berlín
Marigel en Berlín, frente a la alambrada
Marigel en Onnestieg,
Su casa en Berlín
Marigel en Berlín
 En Berlín, al lado del restaurante

Al terminar la carrera se marchó a Berlín y se matriculó en el Instituto Goethe. Los primeros meses vivió con una familia, trabajando como “au pair”. La casa estaba situada en la frontera con la zona rusa, llena de alambradas y lejos del centro.

Al terminar el curso trimestral le concedieron una beca y decidió aprovechar la oportunidad que se le presentó de vivir en un chalet enorme en medio de un parque. El alquiler era bajísimo. Ella era la única habitante, pero a la entrada estaba la casa del jardinero que, mientras el tiempo lo permitió, le dejó ramos de flores delante de la puerta.

Durante un período trabajó de noche como cocinera en un restaurante situado frente a la catedral y que estaba abierto siempre.

Y, cuando podía, asistía a los conciertos en la Ópera de la zona rusa y tuvo ocasión de ver a Herbert von Karajan en varias ocasiones.

Licenciada en derecho con conocimiento de francés y alemán busca trabajo

Marigel Pérez García

Cuando la temperatura llegó a -15º volvió a Pontevedra durante un breve período, antes de desplazarse a Madrid. Nada más llegar puso un anuncio en la prensa con este mensaje: “Licenciada en derecho con conocimiento de francés y alemán busca trabajo”, y a los tres días empezó a trabajar en la Unión Territorial de Cooperativas Industriales, sita en el edificio España. Allí se quedó dos años haciendo un trabajo meramente administrativo.

Un día apareció en la prensa un anuncio de la empresa fabricante de Leacril buscando un asistente del director general. Mandó su curriculum y la contrataron inmediatamente. Fue el período en que aprovechó los fines de semana para recorrer toda la España que pudo.

Marigel en Ávila
Marigel en Ávila
nacimiento del rio Cuervo, Cuenca
Nacimiento del rio Cuervo, Cuenca
Marigel con nieve
En la nieve
delante de la iglesia
Marigel delante de la iglesia

A los tres años, como la dirección comercial estaba en Barcelona, los socios italianos decidieron trasladar allí la dirección general. La alternativa era desplazarse o bien renunciar y aceptar la indemnización. Ella aceptó el traslado, pero con la condición de tener tres meses de plazo antes de que dicho traslado fuera definitivo.

Era el mes de junio. La empresa la alojó en un hotel de lujo al lado de las oficinas, en el centro, dándole generosas dietas.  Pero en septiembre de 1973 optó por renunciar al trabajo en Barcelona y pedir la indemnización para aprovechar la oportunidad de viajar por el mundo.

 Depositó el dinero en el banco y se fue 3 meses a Cambridge, a aprender inglés. Nada más llegar empezó a trabajar por las tardes en un pub frente a los famosos colleges. Era estupendo, porque ganaba dinerito, oía hablar un inglés perfecto y se divertía viendo a los clientes/estudiantes vestidos de negro y con sus capas llenas de recortes.

Terminado el curso, al final de año se marchó a Londres y empezó a trabajar como au pair en una familia de alto nivel, mientras seguía asistiendo a clases. El verano lo pasó recorriendo Yugoslavia, y en septiembre, cuando regresó a Londres y a la casa de la familia, siguió siendo au pair pero empezó a trabajar media jornada en la empresa comercial del padre de familia. O sea que le pagaban por estar en casa y por estar en la oficina. ¡Estupendo!

Además los fines de semana y durante las vacaciones solía acompañarlos a la estupenda casa de campo donde había mayordomo y cocinera y donde aprendió a hacer patchwork: trozos de tela hilvanados en un papel cortado en forma de hexágono y que luego se cosían unos a otros, con pequeñas puntaditas. También se convirtió en experta  de tapestry, el tradicional bordado en cañamazo con el que las damas de alta clase solían bordar  fundas de sillones.

Inglaterra
Inglaterra
Inglaterra
Casa de campo en Inglaterra

Un buen día recibió la llamada de un empresario de Pontevedra,  que había oído hablar de ella y quería verla. Llena de curiosidad vino a Pontevedra y tras conocer la oferta de trabajo que se le presentaba no dudó en aceptarla. Así que regresó a su ciudad natal, alquiló un estupendo piso en General Mola, compró muebles italianos y empezó una nueva vida.

 La pena es que resultó cierto eso de que “del dicho al hecho hay un buen trecho”.

Lo que ella suponía que iba a ser su actividad resultó ser mera fantasía, y al cabo de unos meses el empresario y ella reconocieron mutuamente que se habían equivocado. Así que se encontró en la incómoda situación de no saber qué hacer.

Pero como el señor Destino siempre la trató bien, recibió la llamada de una chica italiana que había conocido en Berlín, en el Goethe Institut. Le dijo que por motivos de trabajo tenía de marcharse de Milán y necesitaba que le hiciera la suplencia como profesora de español en el único centro en que daban clases de este idioma de 6 a 9 de la noche. Como ella vivía en la casa de sus padres, le proponía ocupar su lugar durante ese período.

Vio el cielo abierto. Se deshizo de todos sus bienes, quedándose sólo con la ropa de última moda que había traído de Inglaterra, llamó a una amiga que tenía un coche grande y con su hermano pequeño, que iba también de chófer, se marchó a Milán. Allí dejaron su equipaje en la casa de la amiga y recorrieron lo que pudieron de Italia, antes de que los “transportistas” se volvieran a España.

 Como tenía mucho tiempo libre se dedicó a mandar su curriculum a consulados hispánicos y al departamento extranjero de bancos. Resultado: la llamó el cónsul de un país hispanoamericano para aconsejarle que no se casara con un italiano, porque suelen querer sólo a su madre, y también el director de un banco, porque nunca había conocido una española y tenía mucha curiosidad.

Para pasar el tiempo y entretener la incierta espera, compró ovillos de lana, agujas de calcetar y empezó a hacer jerseys a toda mecha.

En el mes de octubre ocurrieron dos milagros. Primero: un vecino de casa que era fotógrafo y había visto algunos de los jerseys que llevaba puestos, le preguntó si se animaba a hacer 50 prendas veraniegas, con ideas
desarrolladas en grupos de seis. Él las fotografiaría y se encargaría de vender los reportajes a las revistas del sector. Así se enteró de que había más de diez publicaciones, entre mensuales y semanales, dedicadas a “labores del hogar”.
Claro que dijo que sí… y esto fue el inicio de su carrera de diseñadora que duró 18 años.

Jersey que hizo famosa a Marigel
El jersey que la hizo famosa es ahora un cuadro

Segundo milagro: cuando constató que su armario estaba atiborrado de prendas de punto tricotadas esperando una oferta de trabajo, recordó que en el barrio de lujo había visto una tienda super que tenía en el escaparate jerseys hechos a mano y vendía la lana para copiarlos siguiendo las correspondientes instrucciones. Llamó por teléfono, diciendo que era una diseñadora española especializada en prendas tricotadas a mano. Le dieron de inmediato una cita, así que metió todo en un maletón y allá se fue a toda mecha. La propietaria (que, luego supo, pertenecía a una familia archinoble cuyo nombre incluso se aprendió en la escuela) miró todo, le compró todo a un precio magnífico en dinerito contante y sonante… y llamó por teléfono delante de ella a todos sus proveedores de lana presentándola como una creadora genial.

.Así empezó su carrera de diseñadora de prendas que se exhibían en las ferias del sector o llenaban las páginas de las revistas. Se pueden ver en su blog “Como divertirse calcetando” https://comodivertirsecalcetando.blogspot.com/

 Comenta que durante ese período no tenía un domicilio fijo. Almas generosas le daban alojamiento mientras tenían sitio disponible. Desplazarse con lana y agujas no era difícil; lo malo era cuando le devolvían las prendas una vez fotografiadas.

Con una amiga tomó la decisión de abrir una tienda, “La Glicine”, Estaba en un pueblito llamado S. Fruttuoso, en las afueras de Milán, donde ella vivió durante un breve período en una casa de esas llamadas corralas. La decoraron con muebles antiguos que sus amigos quitaron de sótanos o buhardillas. En dicha tienda se vendían las prendas fotografiadas pero también las acompañaban con faldas o lo que sea que creaban según las necesidades. Cuando al marido de su amiga lo destinaron a otra ciudad, no les quedó más remedio que  traspasarla. Fue un período extraño. Como las clases de español acababan a las 9, en ocasiones, alguna de sus alumnas quería hablarle de algo y, como consecuencia, perdía el último autobús. En ese caso pasaba la noche calcetando o bordando en un salón que tenía en el centro Alitalia, la compañía de aviación italiana, que estaba abierto siempre para los pasajeros en tránsito. No se aburría nada porque siempre había alguien que pegaba la hebra ante tanta laboriosidad.

Estudio de diseño
Estudio de diseño
Tienda GLICINE
Tienda La Glicine

Puso punto final a su actividad de diseñadora en 1993, cuando la gente dejó de tricotar y las editoriales cerraron las revistas de inmediato.
Eso sí, en la buhardilla le quedaron muchos kilos de lanas magníficas que impulsaron su actividad artística, plasmada en los “mignon”, “bordadosos”, “lanosos”, etc, que se pueden ver en su web 

 Para dar un panorama de lo complicada y compacta que fue su vida en Milán  explica que, por motivos fiscales,  tuvo que trabajar por las tardes en una empresa española. Así que, durante muchos años,  su jornada laboral fue densa: por la mañana era diseñadora, por la tarde era asistente de dirección en una empresa comercial española y de 6 a 9 profesora de español. En esta última actividad también le tocaba inventarse  los ejercicios, porque en aquel momento no había todo el material  de que se dispone actualmente.

Una cosa curiosa. Los miembros del Consejo de Administración de la empresa estaban muy orgullosos de su actividad y, cuando había reuniones, empezaron a llegar acompañados de sus esposas. Y se creó la costumbre de que, después de la cena de rigor, iban a su casa y las señoras se dedicaban a abrir las enormes bolsas con prendas ya fotografiadas para escoger cosas para ellas o para sus hijas.

 Mientras tanto, en su tiempo libre empezó a hacer cuadros utilizando el material lanoso de que disponía.

En 1986 decidió presentar sus obras en Spoleto durante el Festival dei Due Mondi, y el local se llenó a rebosar de gente, incluidos muchos artistas que cerraron momentáneamente sus exposiciones para ver “las cosas novedosas que presentaba una española”.

En 1987 volvió nuevamente a Spoleto, donde ya la esperaban ansiosos para ver lo que se había inventado. Incluso le propusieron enseñar su arte en una Universidad americana, oferta que tuvo que rechazar.

cena de empresa
Cena de empresa
Spoleto 1986
Spoleto 1986
Spoleto 1987
Spoleto 1987
Spoleto 1987
Spoleto 1987

En 1987 le concedieron el premio Assemblaggio, en Milán

En 1988 se presentó al concurso “Telaccia d’oro” en Turín. El jurado, al parecer por unanimidad, concedió la medalla de oro a su obra “Doña Pilar endomingada y con pendientes” porque nunca habían visto la lana convertida en arte.

También en  1988 regresó a Spoleto y en esta ocasión la prensa celebró su regreso, y la televisión estaba pendiente de ella. No era raro que apareciera un periodista con el cameraman diciendo “Pérez, por favor, necesito 5/10 minutos; dime algo”. Y ella comentaba algo de los “metalosos” colgados.

 Algunos galeristas se encargaron de presentar su obra en otras exposiciones, en Italia y en el extranjero, pero ella no tenía mucho interés en eso, visto que le guiaba sólo la curiosidad por conocer la opinión del público. Y la acogida era siempre de admirada sorpresa.

Doña Pilar endomingada y con pendientes
Doña Pilar endomingada y con pendientes
Marigel siempre alegre
Marigel siempre alegre
Spoleto 1988
Spoleto 1988
Spoleto 1988
Spoleto 1988

Dejó de trabajar en la empresa en 1993, cuando también acabó el boom de la lana. Pero ya había empezado a traducir libros de arte para las editoriales, además de manuales y contratos para las empresas. Y  dos de sus alumnas que eran las intérpretes que acompañaban a los ministros, al saber que ya no estaba ocupada ni con la empresa ni con la lana, la incorporaron a su equipo de intérpretes de congresos. Incluso durante un período formó parte del equipo directivo de la Asociación Italiana de Intérpretes y Traductores, aparte de estar inscrita en el Tribunal de Milán como intérprete y traductora.

 Esta actividad duró hasta su regreso a Pontevedra en noviembre de 2020.

 Comentó también que, durante su período de diseñadora, tuvo la oportunidad de hacer estupendos viajes en Navidad. A finales de noviembre llegaban los hilados veraniegos novedosos y después de Reyes tenía que empezar a entregar los reportajes a las revistas. Así que aprovechaba el período navideño para ir a calcetar a cualquier sitio para el que hubiera una oferta apetecible. Recuerda la isla de Lamu (Kenia), Cuba, Curaçao, Santo Domingo, Hurgada (Egipto)…

También dedicó algún período veraniego a visitar países apetecibles: Marruecos, Turquía, Grecia. Yugoslavia, India. Nepal, Siria, Jordania, Camboya, Myanmar…

Y aprovechó una oportunidad de trabajo para visitar Buenos Aires, Montevideo, Rio de Janeiro e Iguazú.

Lo más raro fue recorrer Perú. Un día una conocida le dijo que había personas que querían hablar con ella, porque estaban interesadas en crear en Perú una industria de prendas de punto similar a la de Manos del Uruguay, apuntando a los Estados Unidos como mercado.  Al parecer querían ofrecerle un puesto de alto nivel como asesora de un Ministerio.  Ella habló con esas personas y les dijo que necesitaba conocer cuáles eran las posibilidades y por eso tenía que ir a Perú. Así que allá se fue, y recorrió el país de punta a punta…. constatando que la idea de los promotores  era totalmente irreal. Creían que contaban con una mano de obra estupenda, cuando en realidad las indiecitas calcetadoras iban a su aire: los jerseys podían ser estrechos y largos o anchos y cortos. Ellas ni se daban cuenta. Y los diseños también iban a la buena de Dios. Al final de su viaje les envió un detallado informe en el que salía a relucir que ellos partían de presupuestos absolutamente inexistentes. Y el mercado estadounidense era muy estricto. Si estaba previsto que la talla “M” tuviera las medidas X, al llegar la mercancía a la Aduana el cliente hacía un muestreo, y si una prenda no respetaba las medidas establecidas, toda la mercancía se devolvía ipso facto.

De manera sutil les señalaba que el proyecto era inviable.

Su vida errante terminó en 2012 por un problema de salud. Pero no por eso se amilanó. Optó por plantarse durante el verano en un hotelito ajardinado al lado de una preciosa playita y empezó a escribir sus libros: Mi vida es un patchwork, Mi vida es fue un patchwork, Tocados y chuminadas, Elucubrar como Dios manda no es pecado, Chuminadas al  azar y Mi anómala boda.

 La última “aventura” -por llamarla de algún modo- la vivió poco después de llegar a Pontevedra. La llamó desde Lugano el Presidente del European Wool Exchange, que quería venir a hablar con ella. Al parecer, un grupo de fabricantes de lana del norte de Italia (antiguos clientes suyos, se da el caso) querían abrir un Museo de la Lana. Existen numerosos Museos Textiles, pero contienen sobre todo maquinaria, tejidos y de vez en cuando tapices. Había sabido que ella estaba considerada como  artista lanosa y querían exhibir su obra en el Museo. Claro que ella dijo que sí encantada, y ocho días más tarde llegó el Presidente, que examinó cuidadosamente el numeroso  material a disposición.

 A su regreso a Lugano le envió fotos de la casa señorial en medio de un parque que sería el Museo y las salas que se le destinarían, para que hiciera el proyecto de cómo colocar sus obras, porque por ejemplo los elementos que constan en el libro “Mi anómala boda” requieren una ubicación específica.

 Naturalmente ella puso manos a la obra.

Un día recibió la llamada del Presidente, totalmente consternado, que le dio una noticia apabullante. Llegado el momento en que tenían que firmar el contrato las dos partes involucradas, por un lado los fabricantes de lana y por otro los inversores, estos últimos decidieron que sus dineritos, en vez de tener como destino la creación de un Museo, preferían dedicarlos a montar un hotel de lujo.

 Y ella se quedó con toda su obra en los armarios

 Y para terminar, no pudiendo comentar positivamente su deprimente condición actual, se limitó a decir a gritos cual comanche o navajo: ¡¡¡¡QUE ME QUITEN LO BAILADO!!!

Marigel se acaba de estrenar como profesora en su ciudad natal, que también es la mía, acaban de hacer una exposición de bolsos, cuya base es el cañamazo. En la Fundación de Abanca, 27 señoras diseñaron y vendieron sus bolsos con fines solidarios. El futuro se presenta abierto a nuevas propuestas y Marigel las atrapa al vuelo. Gracias por compartir con nosotros tu interesante vida.

Marigel por Isidro

El 28 de abril la llamó el Presidente de la European Wool Exchange Foundation y de Gomitolorosa -dos asociaciones que promueven el trabajo de la lana en los hospitales como sistema terapéutico-, para pedirle el catálogo de los bolsos presentados en la exposición. Quiere difundir este modo novedoso de utilizar la lana en las sedes europeas. Se lo mandó inmediatamente, claro.

Prensa italiana
Faro de Vigo
Faro de Vigo. Foto de Gustavo Santos 27-04-2024
prensa italiana
Prensa italiana
Pontevedraviva
Pontevedraviva. Foto de Mónica Patxot 25-04-2024
Ana Santos Solla

Ana Santos Solla

Profesora de E.F.

Son Ana Santos, nacín en Pontevedra no ano 1960, a miña infancia estivo moi ligada a Santa María de Xeve, a terra da miña nai, son a terceira de 8 irmáns, a maior das mozas, a máis vella como me dicían de pequena. Sempre me gustou o deporte e estudei INEF en Madrid, estiven 34 anos no IES Valle Inclán impartindo Educación Física alí foi onde coñecín ao resto dos meus compañeiros que agora me acompañan neste proxecto. Decidín xubilarme para dar un novo rumbo á miña vida e levar a cabo este tipo de iniciativas como @devellabella ue pretende que o envellecemento activo convértase en embelecemento persoal e poder achegar a miña experiencia nesta etapa da vida.

Nós os maiores aínda temos moita guerra que dar, espero que este blogue motívevos a querer colaborar connosco.

Víctor Pedreira Crespo

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